Abstracto

Soy artista visual y navegante. Dos caminos que pueden parecer paralelos, pero que en mi experiencia se entrelazan y se retroalimentan profundamente.
Llegué al arte desde una necesidad interna de expresión y transformación. Como contadora pública durante años, mi vida se sostuvo en la lógica, el orden y los números. Pero en algún momento, ese equilibrio comenzó a desdibujarse. Sentí el llamado de algo más vasto, más libre, más incierto. Y fue allí donde el arte —y más tarde la navegación— aparecieron no como escapes, sino como formas de habitar el presente de manera plena.
Navegar es, para mí, una forma radical de presencia. En el río o en el mar, no hay atajos: hay que leer el viento, anticipar el movimiento del agua, y aceptar que no todo está bajo control. Esa entrega me enseñó a soltar el control también en mi práctica artística. A dejar que la materia hable, que el color respire, que lo inesperado entre en la obra sin resistencia.

Ambas prácticas me exigen lo mismo: atención, humildad y decisión. En cada trazo como en cada virada, hay riesgo, hay intuición y hay coraje. La navegación me llevó a mirar el horizonte no como una línea lejana, sino como una invitación constante a ir más allá de lo conocido. Y eso, justamente, es lo que intento también en mi trabajo artístico.
Cada obra que presento en esta muestra es un fragmento de ese recorrido. No sólo son imágenes: son mapas, derivas, coordenadas emocionales de una travesía interior.